sábado, abril 02, 2011

Último día en Berlín


Me queda el sabor de una Berlín ultra-mega-súper-multi-cultural. Todo el tiempo que estuve aquí sólo conocí a un alemán, el resto: suramericanos, norteamericanos, chinos, españoles.

Se siente el hecho de que estas dos ciudades, con culturas distintas (el este y el oeste) tuvieron que unirse, como cuando par de hermanos peleados se tienen que abrazar por mandato de sus padres.

Se ven las protestas en contra de la energía nuclear y otras a favor. Pude entrevistar a la gente de Green Peace (en contra), por otro lado la gente "a favor" me explicó que querían exterminar al partido verde, a las organizaciones verdes. La persona que conversó conmigo me abordó en la calle, quería dinero para su movimiento "anti verde" (obviamente no le di nada), casualmente era venezolano, y luego de todo el discurso "anti verde" no quiso ser grabado... algo tendrá que ocultar, me imaginé.

(Aquí iba un video de la gente de Green Peace, tardó mucho en cargar y me tengo que ir. Se los debo)

Cambiando de tema, no distingo entre lo que son los bares "chéveres" o los que no. Parece que hace falta tener más días viviendo aquí para lograr esa distinción. Lo que he notado es que entre más grafiteado o con más collages en su diseño interior esté, mucho más atractivo para el público.

Tener la posibilidad de cenar bajo un gran árbol, frente a un río es algo que me hará falta sin duda alguna.

Le agarré cariño a esta ciudad. Es muy amigable, pensé que el idioma iba a ser lo peor (que de hecho lo es hasta para los extranjeros que llevan 4 anos aprendiendo el idioma), pero para un turista no es una limitante.

A primera vista todo luce bastante destruido y pareciera que la gente por lo general es destructora, pero no.


Anoche me llevaron a un típico sitio alemán para cenar. Rica comida y ricas cervezas. Luego fuimos a un bar. Conocí a esta china llamada Miau (Sí, fue el chiste latino de la noche), dijo que tenía habilidades para leer la mano. Me la leyó, me ha dicho cosas sobre que seré muy feliz y me gustó creerle, aunque nunca valore ese momento más a allá de las horas o minutos seguidos de haber sido declamada la "profecía".

Hoy me voy a Barcelona, la ruta sigue. Me iré de Berlín, pero siento que la veré de nuevo, me siento cercano a ella.

Prost!


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