Este nuevo año llegó cargado de intensidad.
Como siempre esa fecha que tanto me pesa que es mi cumpleaños, ahí mismito, al cruzar la esquina del comienzo del año. Sin embargo este año se armó muy rápidamente de buenas energías, de gente genial que gira a mi alrededor que hacen que mi vida cobre sentido, que fluya feliz.
Vino cargado de una cantidad inmensa de trabajo, de la concreción de los sueños, de lindas películas por hacer, de desquitarme con ella y que ella se desquite conmigo, de cagarla en el trabajo y aprender a enmendar lo que rompí, de exponer el corazón y decirle lo mucho que la he amado por tanto tiempo en secreto, de recibir la bofetada, de que me empujen, de cerrar buenos negocios, de recordar a quienes hace poco tiempo se nos fueron y lo que nos han dejado. Este año vino cargado de su rechazo, de mi rechazo, de la necesidad imperiosa de crear, de la necesidad de volarme de la ciudad, de perseguirla hasta el fin, de fumar, de tomar, de dejar de fumar y dejar de tomar. Vino cargado de tratarme con abogados como nunca antes lo había hecho, lo mismo con políticos, estrellarme contra la burocracia privada y pública una y otra vez. Vino cargado de la necesidad de decirles a todos que se vayan a la mierda y luego gritarles que vuelvan de la mierda con las mejores energías.
A penas van 12 días y este año promete más intensidad que cualquiera de los anteriores. Me parece una temporada final de una serie, tantas cosas por abrir y tantas cosas que se cierran y que cerré.
Que sea lo que sea.
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